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Reseña

" Conocí a Delia Boucau unos cinco años atrás. Me impresionó la sencillez con que contaba su vida en la Patagonia. “Nací en la Capital Federal y en el ‘66 me vine a la provincia a trabajar en Mamá Margarita”. Lo aclaro: la provincia es Neuquén y Mamá Margarita es una escuela rural situada en la Pampa del Malleo, territorio mapuche. Cuando hice la colimba en Junín de los Andes, en el ‘69, pasé por el lugar que ahora me contaba Delia. Si los milicos nos mataban de hambre y calabozo a los colimbas que, se suponía, estábamos bajo su mando, imagínense el tratamiento que les proporcionaban a los mapuches bajo su dependencia. Nuestras penurias bajo la nieve eran nada comparadas con las que sufría el pobrerío mapuche en el Malleo. Se suponía que el ejército tenía a cargo, desde los tiempos del exterminador Roca, el cuidado de esos marginados. A fines de los ‘60 el ejército estaba más preocupado vendiendo a los turcos bolicheros la comida y la ropa que les correspondía a los colimbas o disponiendo que la tropa talara Chapelco en el negociado con los Reynal. “A pesar de las dificultades y carencias –me siguió contando Delia–, fueron mis años más felices. Me archivaron en el jubileo obligatorio porque a todo chancho le llega su San Martín y entonces me vine a San Martín de los Andes en busca de actividad cultural.” La modestia con que Delia cuenta su historia impresiona. Acá en San Martín de los Andes publicó un libro de cuentos: “¿Puedo pedirle algo más a la vida?”, agradece. La suya es una modestia que, combinando austeridad con sabiduría, se traduce en su trabajo de ahora: la escritura de una crónica de su experiencia docente entre cerros nevados, en una tierra donde el viento y la desolación templan el ánimo. Hace ya un tiempo que Delia empezó a escribir sus memorias, un registro despojado de su experiencia de maestra en este paisaje donde, además de las peripecias de la sobrevivencia diaria, cuenta cómo fue detenida, bajo el gobierno de Isabel Perón, junto con otros maestros. Cuenta su paso por la prisión. (Nombra un oficial al mando de la prisión, un represor Trotz, pariente de las Trillizas de Oro, esas chicas con glamour de polista, bellezas del Proceso). Delia cuenta además su amistad con las monjas Léonie Duquet e Ivonne Pierrot. Cuenta cómo fue liberada gracias al obispo Jaime de Nevares. Delia cuenta todo, sin estridencias ni resentimiento. Parte de esa memoria narrativa la publicó hace poco la revista patagónica El Camarote, en la que participan entre otros, el escritor Daniel Artola y la poeta Graciela Cros. En tanto, Delia sigue con su historia, una crónica sencilla, con una prosa que goza de esa transparencia que se le atribuye a la verdad. Si una reflexión literaria impone su escritura (que remite tanto a las crónicas del padre Abraham Mathews como a los relatos del carrero Asencio Abeijón) es que la crónica, de lejos, parece ser el género narrativo por excelencia de ese territorio que a comienzos del siglo XX todavía era definido como la Siberia argentina y a comienzos de éste aún se lo sigue fabulando como utopía de los desconsolados de la metrópoli. Pero nada de esto parece preocuparle mucho a Delia. Ella sigue concentrada escribiendo su historia. Y vale la pena leerla" - Por Guillermo Saccomanno