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PATAGONIA

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Reseña


Hasta mediados del siglo XIX, la pampa y la Patagonia eran señales vagas en las cartas de los navegantes y en la memoria de los viajeros. Respondían con lo que se conoce como desierto. Carmen de Patagones, en el río Negro, era la única fundación colonial que se mantenía en pie y, desde 1849, Punta Arenas, enclave chileno en la Tierra del Fuego, sobrevivió como una colonia estable en el sur. Entre ambos puntos deambulaban los nobles tehuelches.

Si bien se han descubierto sitios arqueológicos que ubicarían a los antepasados directos de este pueblo habitando la Patagonia desde hacen mas de 12000 años, el primer contacto en nuestra historia se produce durante el viaje de Magallanes, cuando su cartógrafo Antonio Pigafetta, impresionado con la altura de los indígenas, los llama “patagones” por sus enormes pies, aunque hoy, según leemos en Casamiquela* se cree que patagon viene de una novela de caballería muy en boga en la época ,”Primleón” cuyo héroe se llama “Patagón“. De cualquier forma de allí deriva nuestro nombre de Patagonia.

Tenemos que tomar en cuenta que Tehuelche es una palabra en idioma mapuche. Los tehuelches meridionales que se encontraban entre el estrecho de Magallanes y el río Santa Cruz se llamaban a si mismos Aonik’ o Aoniken. Constituían bandas poco mayores que las de su misma etnia los Selk'nam,(Onas) compuestas por varias docenas de familias. Las bandas tenían jefes, y cada una disponía de un territorio propio por el cual migraban estacionalmente. Los jefes tenían escaso poder y una de sus pocas funciones era la de disponer el rumbo de las migraciones y el orden de la caza. Los movimientos de la fauna determinaba los desplazamientos humanos.

En cambio los tehuelches septentrionales, cuyo habitat se extendía desde el río Chubut hasta Tandil, se conocían con el nombre de Günün-a-künna. Estos Tehuelches se distinguían fundamentalmente de los Meridionales por su lengua Günün a'ajech. En época ecuestre la frontera entre ambos grupos no fue estable.

A partir del siglo XVII los Araucanos cruzaron desde el actual Chile a su región, situación que culminó con la casi desaparición de la cultura Tehuelche Septentrional como tal en las provincias de Buenos Aires, la Pampa y Neuquén hasta el Río Limay, permaneciendo hacia el oeste algunos grupos Günün-a-küna, que sólo se fusionaron con los araucanos después de la avanzada militar del General Villegas en 1886. (3)

Eran pueblos nómades, de gran porte, altos y corpulentos, de tez clara. En su organización era de gran importancia el Shaman (brujo) que curaba las enfermedades mortales. Si el Alto Dios castigaba al que cometía falta quitándole el alma, el Shaman entraba en éxtasis, y si lograba encontrar el alma, el enfermo se curaba. Para las enfermedades menores existían los o las curanderas.

La viajera ingles Lady Florence Dixie*, observó:. “La característica más notable del Tehuelche es su placentero buen humor pues es todo sonrisas y parloteo, mientras que casi todas las razas aborígenes se inclinan al silencio y a la tétrica gravedad“. El viajero inglés Julius Beerbohm*, que recorrió la Patagonia en 1877, escribió: “Para distinguir al tehuelche con un solo epíteto característico yo lo llamaría no el noble salvaje, pero si el feliz. Lejos de ser melancólico o solemne, es alegre como un niño, puro júbilo y satisfacción, por lo que hacerlo reír resulta extremadamente sencillo.”

Un viajero inteligente fue el capitán de la marina de guerra inglesa George Chaworth Musters quien recorrió durante un año la Patagonia acompañando las travesías de un grupo de tehuelches. Precisamente el libro de George Musters* “At home with Patagonians” reveló la mirada más profunda, generosa y desprejuiciada sobre el mundo de los míticos Patagones. Ninguno como Musters fue capaz de describir los rasgos de humor, las inocentes trampas cotidianas y los fantasmas que poblaban el alma patagona. Por él conocemos el sentido de las uniones entre hombres y mujeres, los matices de la seducción, los celos y el apasionado amor por sus hijos.

Eran cazadores y recolectores. Sus presas más codiciadas eran el guanaco y la avestruz, pero también cazaban zorros, zorrinos y maras, las liebres patagónicas. Lo hacían con arcos, flechas y boleadoras de una sola bola. El uso de la bola en Patagonia se remonta a 10.000 años de antigüedad. La boleadora de dos bolas era el arma de caza y combate común de las tribus de la Pampa y Patagonia en el momento de la conquista. La bola de tres piedras, sin embargo era conocida en la región andina desde épocas precolombina. “En sus últimos tiempos los tehuelches reutilizaban bolas que solían encontrar en antiguos sitios de asentamiento o cacería utilizados por sus ancestros. En la mitología Tehuelche septentrional estas bolas halladas eran fabricadas por un enano llamado TACHWÜLL, que tenía su taller en los cañadones o quebradas de las sierras. Lograron aprehenderlo; pero inmediatamente se nubló y empezó a llover de tal modo y en tanta cantidad, que se vieron obligados a darle libertad, cesando entonces la lluvia .

Las pieles y las plumas de avestruz les sirvieron siempre como objetos de trueque, sobre todo después de la conquista, cuando los cambiaban por caballos.

Sus viviendas estaban hechas de cueros sostenidos por fuertes palos, con pieles en el piso y como lecho. Todo muy fácil de desarmar y armar. Las mujeres se ocupaban de estos menesteres , y de llevar sus niños en unas cunitas hechas también de madera y cuero. Todo esto , además de las mantas, se cargaba a la espalda en tiempos antiguos o sobre el caballo después de la llegada de los españoles. Se vestían con largos mantos de pieles por dentro y hermosamente pintados por fuera. En la cabeza usaban unas vinchas anchas que adornaban con plumas y en los pies sandalias de cuero.